miércoles, abril 25, 2007

Sangre de Campeón: 14.-Un campeón observa y analiza

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Carlos Cuauhtémoc Sánchez
Sangre de Campeón
Novela formativa con 24 directrices para convertirse en campeón.
Ciudad de México
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Me acerqué a pasos lentos.

Aparté despacio las plantas y miré al interior del escondida. La caja brillaba. Como pequeño sol, emitía una luz suave de color amarillo que se convertía en azul.

Mi corazón latía a toda velocidad. Contemplé la caja un largo rato. El brillo se fue apagando poco apoco. Escuché ruidos. Luego la voz de mi padre:

- ¿Felipe? ¿Estabas jugando con pólvora?

- No, papá, ¿Por qué?

- Me pareció ver una luz.

El resplandor había desaparecido. Pregunté:

- ¿Cómo está mi hermano?

Agachó la cabeza preocupado.

- Mal –contestó-. Sufre fuertes dolores. Parece que ninguno de nosotros tiene una médula ósea compatible con la suya. Seguimos buscando...

Durante un largo rato, la tristeza nos invadió. Caminamos. Después, papá comentó:

- Mañana es tu primer día de clases. Voy a irme muy temprano al hospital. Vendrá a recogerte el señor Izquierdo para llevarte a la escuela.

- El señor Iz... –no terminé la frase; protesté- ¡Es malo! Me da miedo.

- ¡Hijo, no juzgues a la gente sin antes conocerla!

Permanecí callado.

Fuimos a la cocina. Papá preparó algo de cenar. mientras lo hacía, pregunté:

- ¿Por qué contrataste a ese hombre?

- El viernes en la tarde –me explicó-, cuando regresé a revisar los papeles de vacunación del perro, el señor Izquierdo se portó muy amable; me confesó que no tenía trabajo. Me dijo que la madre de Lobelo se fue con todo el dinero y lo dejó cargo del rebelde muchacho y en la ruina.

- ¿Eso te dio lástima?

- No le ofrecí empleo por lástima. Mientras Riky esté en el hospital, tu madre necesitará alguien que haga las compras. También pensé que Lobelo dejará de molestarte si su padrastro trabaja para nosotros.

- Papá, ¡te estás contradiciendo! Tú me dijiste: “hay fiestas a las que no debes ir, compañeros que no deben ser tus amigos; no trates de caerles bien a los malvados; aléjate de ellos”. ¿Ya no te acuerdas? ¡Tú me lo dijiste!

Se quedó quieto y me miró fijamente.

- Felipe, ¿por qué tienes tanta desconfianza del señor Izquierdo?

Guardé silencio. Yo conocía a pocos “campeones”. Pero, sin duda, mi padre era uno. Si no le tenía confianza a él, ¿entonces a quién?

- Papá –le expliqué-. Desde hace algún tiempo presiento cosas... Cuando observo sangre, tengo visiones raras, como si pudiera conocer el alma de las personas. He tenido como pesadillas, pero despierto. He visto monstruos peleando con soldados. Los vi en la sangre de Riky y los vi en mi propia sangre. El otro día, junto al señor Izquierdo, también me ocurrió lo mismo, pero con él fue peor. Sentí algo muy feo. De verdad.

Mi padre se rascó la barba pensativo.

- No estoy mintiendo.

- Te creo –contestó de inmediato.

- ¿ De verás?

- Sí. De niño también me pasaban cosas extrañas... No veía nada en la sangre, pero podía descubrir las intenciones de una persona. Como si pudiera sentir vibraciones...

- ¿Vibraciones? ¿Qué es eso?

- Son señales invisibles que salen de la gente. Alguien triste, emite ondas de tristeza, alguien feliz, irradia alegría. El malvado emana vibraciones de maldad. Los niños pueden percibir eso mejor que los adultos. Voy a contarte una anécdota: Cuando tenía diez años, mi padre me llevó a una tienda de ropa. El empleado entró conmigo al vestidor y aunque yo sentí sus ondas perversas, no dije nada. Al probarme la ropa nueva, el hombre aprovechó para meter su mano a mi calzón y tocarme las partes íntimas. Tuve asco y miedo, pero no valor para gritar o pedir ayuda. Al salir, quise acusar al empleado. En cuanto comencé a explicar, mi padre me interrumpió: “Eres un niño con demasiada imaginación, ¿cuándo dejarás de inventar cosas?” Sentí mucha ira y tristeza. Por eso hoy, Felipe, deseo creer todo lo que tú me dices.

El ejemplo de mi padre me impresionó. Quise saber más.

- Ese señor de la tienda, ¿por qué te hizo eso?

- Mira –me explicó-. Existen muchas personas mayores que esconden problemas mentales muy graves: Buscan la forma de estar a solas con niños para hacerles daño. A veces, el niño no sospecha nada porque el adulto malo puede ser un familiar o amigo: tío, primo, vecino o incluso maestro. Los niños deben observar muy bien a cada persona, ver a los ojos y, sin ser miedosos ni exagerados, aprender a identificar las malas intenciones. No deben permitir que alguien los acaricie en sus piernas, pechos o partes íntimas. Deben desconfiar de quien les pida que vayan con él a otro lugar o los mire con expresión extraña.

- O sea, que un campeón tiene “presentimientos”.

- Sí pero, sobre todo, escucha y analiza mucho. No se deja engañar ni cree en nadie a la primera; sabe que casi todas las personas dicen mentirillas y tratan de convencer a los demás de lo que les conviene. Esto puede sonarte drástico, pero es cierto: Los seres humanos incurrimos en falsedades con frecuencia. Por eso, un campeón está alerta, examina y descubre las intenciones secretas de la gente.

- Ya comprendí, pero no creo que hacer eso me sea fácil.

- ¿Por qué no? Todo, en la vida, se logra con práctica. Trata de hablar menos y escucha más. Procura moverte despacio y percibe todo lo que ocurre a tu alrededor. Usa tus sentidos. Conviértete en un verdadero observador.

Me puso una mano sobre la espalda. Luego comentó:

- Le dije al señor Izquierdo que te llevara a la escuela en su coche. Tal vez venga mañana. ¿Qué hacemos?

- Dejaré queme lleve –contesté-. Voy a observarlo, como tú dijiste. Lo miraré a los ojos y trataré de sentir sus vibraciones. En la tarde te digo lo que pasó.

- Felipe, -dijo papá-, no es buena idea que te arriesgues. Si notaste algo malo en ese señor y en su hijastro, aléjate de ellos.

- De acuerdo. Lo haré. A propósito. Hoy salí un rato.

Cuando regresé, había cuatro ladrones tratando de entrar a la casa. Uno de ellos me persiguió con un bat de béisbol. Fui a la caseta de policía. El comandante me dio esta tarjeta para que lo llames. Quiere hacerte unas preguntas.

Mi padre se puso pálido y abrió muchos los ojos.

Fue a hablar por teléfono. Se tardó demasiado y me quedé dormido.

Cuando sonó el despertador, papá ya se había ido.

Me vestí, cargué mi mochila y salí a la calle.

El señor Izquierdo me estaba esperando en su automóvil.

- Buenos días, Felipe. Sube al coche.

Dudé un segundo. Deseaba practicar la observación y el análisis de las personas.

La puerta trasera estaba abierta. Subí. El auto arrancó.

De inmediato escuché una voz conocida:

- Hola cobarde, “Malapata”. ¿Cómo te va?. Creí que ibas a estar todavía en el sótano de la escuela.

Levanté la vista asustado. Era Lobelo. Se burlaba de mí desde al asiento delantero.

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